Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.

JESÚS, LA LUZ DEL MUNDO

Jesús, la Luz Prometida en la Navidad

 

La Navidad no solo es una celebración del nacimiento de un niño, sino el cumplimiento de una promesa eterna. En el Antiguo Testamento, el profeta Isaías había predicho que un día la luz de Dios brillaría para guiar a las naciones:

 

“El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; sobre los que moraban en tierra de sombra de muerte, resplandeció la luz”
Isaías 9:2.

Este versículo cobra un significado aún más profundo cuando consideramos que esa luz, predicha por Isaías, es Jesús. En la Navidad, Dios no solo envió a un ser humano al mundo, sino que Él mismo, en la persona de su Hijo, se hizo luz para un mundo perdido en la oscuridad del pecado y el sufrimiento.

El nacimiento de Jesús es, por tanto, el comienzo de la manifestación de esa luz. En el evangelio de Juan, se nos recuerda:

 

“La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron” 
Juan 1:5.

 

La Luz que Ilumina Nuestro Corazón en Navidad

La Navidad es un recordatorio de que Jesús vino a traer paz a nuestros corazones. A menudo, las festividades navideñas pueden estar marcadas por la nostalgia, la tristeza o el estrés. El peso de los problemas personales o familiares puede hacer que la “luz” de la Navidad se sienta distante. Sin embargo, la verdadera luz de la Navidad no está en los adornos, las fiestas o los regalos, sino en la presencia de Jesús.

El mismo Jesús que nació en un humilde pesebre en Belén es el que puede iluminar nuestro interior y disipar la oscuridad que a veces habita en nuestro corazón. Él es la luz que nos ofrece paz y esperanza, incluso cuando las circunstancias parecen inciertas. Como dice en Juan 8:12:

 

“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”

 

Al recordar su nacimiento, nos damos cuenta de que Jesús no solo vino para ofrecernos un futuro mejor, sino también para llenarnos de su paz hoy, en medio de las luchas diarias.

 


 

La Paz y Seguridad que Jesús Trae en Navidad

La Navidad nos invita a detenernos y a reflexionar sobre el regalo más grande que la humanidad ha recibido: la paz traída por Jesús. En un mundo lleno de conflictos, ansiedad y dolor, Jesús es el príncipe de paz que nos ofrece seguridad y consuelo.

En Lucas 2:10-11, los ángeles anunciaron el nacimiento de Jesús a los pastores con estas palabras:

“No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo que será para todo el pueblo; que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.”

La llegada de Jesús al mundo trae un mensaje de esperanza: no tenemos que temer, porque Él ha venido para salvarnos, para guiarnos en medio de la oscuridad. Su paz no depende de nuestras circunstancias externas, sino de su presencia en nuestras vidas. A través de Jesús, podemos experimentar una seguridad que trasciende cualquier situación temporal.

 

Ser Luz en Navidad y Siempre

La Navidad no solo es un momento para recibir la luz de Jesús, sino también para compartirla con otros. Jesús nos llama a ser portadores de esa luz en un mundo necesitado de esperanza. Al reflejar su amor, compasión y bondad, podemos ser luz para aquellos que nos rodean, especialmente en esta temporada.

Como Jesús dijo en Mateo 5:14-16:

“Vosotros sois la luz del mundo… así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”

 

La Navidad es una oportunidad para brillar, para mostrar la luz de Jesús a través de nuestras acciones, nuestras palabras y nuestra manera de vivir. Al compartir un mensaje de amor, generosidad y paz, podemos hacer de esta temporada un reflejo del amor de Cristo en un mundo necesitado de esperanza.

 

Conclusión

Jesús, la luz que vino al mundo, no solo nació en Belén hace más de dos mil años; Él sigue siendo la luz que ilumina nuestros corazones hoy. En esta Navidad, al recordar su venida, abramos nuestras vidas a su luz, que trae paz, consuelo y seguridad. Dejemos que su presencia transforme nuestra oscuridad en luz, y que esa luz brille en todo lo que hagamos.

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